Comentario
Tras la muerte del pontífice Della Rovere, un miembro de la no menos poderosa familia de los Médicis ascendió al trono de San Pedro: el hijo de Lorenzo el Magnífico, Juan, quien tomó el nombre de León X (1513-1521). Con él la práctica del nepotismo se dejó sentir de nuevo, esta vez a favor del célebre linaje florentino, manteniendo por lo demás el mecenazgo cultural e incrementando la fastuosidad y sensualidad de la Corte papal. Nada cambió, pues, en el abandonado ámbito espiritual por parte del Pontífice, a pesar de que fuera precisamente durante su mandato cuando se produjo el inicio de la contestación luterana, sin que surgiera ninguna reacción especial por su parte, lo que venía a demostrar cuán lejos se hallaba la cúspide eclesiástica de cualquier preocupación reformista.
León X moriría sin tener plena conciencia de la bomba que había estallado, ni de las trascendentales consecuencias que para la Iglesia tendría. Los años de su pontificado transcurrieron, por otra parte, en un ambiente menos belicista que el de su antecesor, más relajado y diplomático si se quiere, a lo que contribuyó bastante la propia personalidad del papa Médici, que se alejó todo lo que pudo de los grandes conflictos armados, propiciando acuerdos con las fuerzas rivales, especialmente con la Monarquía francesa, consecuencia de lo cual fue la firma del Concordato de 1516 con Francisco I que fijó para mucho tiempo el marco de las relaciones entre la Iglesia de Roma y el Estado francés, en la línea que ya se estaba imponiendo en relación con las demás Monarquías autoritarias de sometimiento del estamento eclesiástico nacional a los designios de la Corona y, consecuentemente, de un menor control del Papado sobre las respectivas iglesias.
Ello supuso, por otro lado, una relativa pérdida económica para las finanzas de la Santa Sede, por los obstáculos puestos por los reyes a la salida de numerario en dirección a Roma, inconveniente que el Papado procuró contrarrestar con un mayor reforzamiento de su fiscalidad y con una utilización cada vez más abusiva de ciertas partidas, como pudieron ser, por ejemplo, las indulgencias, circunstancia que precipitaría la protesta luterana a raíz de la autorización papal para la predicación y venta en Alemania de una de estas indulgencias. La reacción en territorio germánico tuvo su acto culminante en la fijación por Lutero, en Wittenberg, de sus famosas tesis en octubre de 1517.